Femicidio … ¿Y ahora qué?

Al dar una opinión o hacer una reflexión, se debe dar a conocer, en primer lugar, desde qué lugar se habla, por lo que si tenés la palabra “feminazi” incorporada en tu diccionario, puede que no te agrade lo que sigas leyendo en esta nota. Cada uno que se expone a hablar de un tema tan sensible, genera la adhesion o el rechazo, sin grises. No hay puntos medios. Pero nadie cambia las cosas callado, ¿no?

Como hombre, feminista. O mejor dicho…como hombre, de sentido común. Porque la igualdad en el ámbito que sea, debiera ser sentido común. Pero los datos sugieren que el sexismo sigue reproduciendo formas ocultas –y no tanto- de discriminación y, sobre todo, que la discriminación está normalizada y, por esta razón, en muchos casos no es percibida como tal. Dentro de un abanico de formas de discriminación, la violencia de género es la manifestación más grave de la desigualdad entre mujeres y hombres. Esta es el resultado de un entramado complejo que incluye la socialización y la educación, los medios de comunicación, el lenguaje, la representación política, los puestos de dirección, las jornadas laborales y los permisos parentales. Durante los primeros 100 días del 2020, hubo 96 femicidios. El 25% de los casos se registraron durante el aislamiento obligatorio, por lo que esa careta de “mirá como estaba vestida”, “pero ¿qué andaba haciendo sola a esas horas?”, “un poco se lo buscó”, y tantas otras frases aberrantes carecen de sentido en este contexto. No salen de noche, no las ven ni con pollera ni con jean. No te pueden provocar. Entonces, ¿cuál es la excusa ahora? Solo creerse poseedores de la mujer, darles carácter de objeto. Porque el problema, muchas veces, está en casa. El hombre mata o ejerce algún tipo de violencia, por miedo a la igualdad. Como dijo alguna vez Galeano, “porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.

Por Juan Ignacio Volpe