Hace pocos días se dieron a conocer los resultados de la encuesta de UNICEF
sobre la situación de la niñez y adolescencia en nuestro país.
Si bien no se necesitan encuestas para darnos cuenta de la gravedad del
escenario en que vivimos, los datos duros producen tristeza y preocupación.
Conocemos la importancia de la nutrición para el desarrollo del cerebro y del
potencial cognitivo, especialmente durante los primeros años de vida. Un niño que
no se alimenta correctamente no podrá desarrollar todo su potencial cognitivo y
eso se traducirá en serias dificultades en su trayectoria escolar, por lo tanto, en su
futuro como persona.
Es una inmoralidad tener un 60% de pobreza infantil en un país productor de
alimentos y de proteínas.
Según UNICEF, más de un millón de niños dejó de comer alguna comida
(desayuno, almuerzo o cena) por falta de dinero y en igual situación se encuentran
tres millones de adultos. Muchos hogares ya no se endeudan para comprar
bienes, sino que lo hacen para la compra de alimentos.
El consumo de carne, con respecto al año anterior, se redujo en un 67%, el de
frutas y verduras en un 40% y el de lácteos un 38%.
Estos alimentos básicos y necesarios se encuentran cada día más lejos del
alcance de las familias, y, por ende, de nuestros niños, niñas y adolescentes.
Más de la mitad de la población se encuentra asistida por algún tipo de ayuda del
estado, aunque esta asistencia ya no es suficiente para satisfacer las demandas
básicas.
Sumado al déficit de proteínas y alimentos básicos, estamos transitando la
tragedia educativa más importante de nuestra historia.
La deserción escolar, la prensencialidad intermitente, la falta de acceso a
conectividad, profundizan aún más la situación.
Me pregunto dónde estarán aquellos que integraban la “Mesa del Hambre,” dónde
quienes conformaban ONG solidarias y alzaban la voz justamente por la pobreza
infantil.
Dónde estarán algunos integrantes de la iglesia católica que marcaban dichos
déficits.
Dónde estarán aquellas voces de artistas y famosos que decían “Con los chicos
no”.
¿Utilizaron la situación para hacer política?
El hambre y la pobreza infantil no tienen partido político, son un problema de
todos.
Mientras la política va por el carril de sus propios intereses, hablando de
candidaturas, pensando en el 2023, haciendo declaraciones en los medios,
hablando del dólar, de reservas, de economía, de alianzas, el futuro de nuestros
niños, niñas y adolescentes va por el carril de la pobreza y la pauperización
progresiva.
Ojalá volvamos a escuchar las voces acalladas de la lucha contra la pobreza
infantil.
Ojalá podamos entre todos resolver esta situación prioritaria.
Ojalá dejemos de hablar y pongamos a los niños, niñas y adolescentes, como
sujetos de derecho que no pueden seguir siendo vulnerados.
Ojalá cuando se trata de nuestros niños, niñas y adolescentes que son el futuro de
nuestro país, no exista ninguna grieta.
Ojalá todavía estemos a tiempo.
Dr. Víctor Reinaldo Aiola
Intendente Municipal de Chacabuco